lunes, 15 de junio de 2015

La cuestión de la subjetividad. Juan Pablo Ortega.

Jornada Actualidad, autonomía y colonialidad
7 de diciembre de 2013
Suteba Junín


   La idea de esta intervención es lograr desenmascarar que entraña la noción de “Sujeto” instaurado en la Modernidad. La finalidad no es hacer una historiografía sobre el término, sino que, la pretensión de este proyecto es poner de manifiesto que sub-yace por detrás de este concepto. Por esta misma cuestión, se abordará el análisis a través de un plano onto-gnoseológico, utilizando como categoría principal la “Deconstrucción”.

  Antes de dar comienzo a este análisis debemos definir qué significa el concepto “Deconstrucción”. Deconstruir  consiste en deshacer, en desmontar algo que se ha edificado, construido, elaborado, pero no con vista a destruirlo, sino a fin de comprobar cómo está hecho ese algo, cómo se ensamblan y se articulan sus piezas, cuáles son los estratos ocultos que lo constituyen, pero también cuáles son las fuerzas no controladas que ahí obran. Una vez establecido tal concepto es necesario arribar al tema que nos ocupa.   

   Como punto de partida se hace necesario diferenciar el sentido en que el término Sujeto es empleado y en particular distinguir entre las acepciones lógicas, psicológicas y gramaticales, que pertenecen a planos distintos y que con frecuencia son confundidas.  

    Desde el punto de vista lógico, el sujeto es aquello de que se afirma o niega algo.

    Desde el punto de vista de la psicología y, especialmente, desde el psicoanálisis,  el sujeto no es el individuo tal como lo percibimos ordinariamente, sino que el sujeto es, desde que hay deseo inconsciente, un deseo capturado en el deseo del Otro, pero del que sin embargo debe responder. El sujeto es el sujeto del deseo que Freud descubrió en el inconsciente. Lacan basándose en la teoría saussureana del signo lingüístico, enuncio su concepción de la relación del sujeto con el significante: “Un significante es lo que representa al sujeto para otro significante”.  

   Por último, podría añadirse a estas diversas acepciones de Sujeto, el sujeto gramatical, como el término agente, o actor de la oración.

  El concepto de Sujeto propiamente dicho, es una construcción originada a partir de la Modernidad. Construcción que se inicia con Descartes a través del “ego cogito” - donde todo saber tiene lugar en el mismo, que es a la vez fundamento seguro e inconmovible - , y culmina con Hegel donde lo Absoluto tiene su lugar propio en el hombre mismo en tanto se realiza en él, el Espíritu Absoluto.

    El término Sujeto es una derivación desvirtuada del concepto griego de “u9pokei/menon” (hypokeímenon). Por eso, la palabra latina nos sugiere que Sujeto proviene de la conjugación de dos vocablos, por un lado, “Sub” - bajo, debajo - ,  y, por otro lado, “iectum” – puesto, lanzado, colocado -, por ende, Sub-iectum significa: “lo que está puesto por debajo, lo que sub-yace”. Hasta aquí, tal concepto responde a la noción de “u9pokei/menon” (hypokeímenon) en sentido griego, de sub-strato. Entonces, ¿por qué se establece que el término Sujeto es una derivación desvirtuada del concepto griego?

    Heidegger nos dice que lo terminante de la Modernidad no es que el hombre se halla liberado de las ataduras medievales, sino que, lo decisivo es que la esencia del hombre se transforma, convirtiéndose en Sujeto. Cuando el hombre se transforma en el Sujeto primero, el hombre pasa a ser aquel existente, por lo cual, funda todo lo existente a la manera de su ser y de su verdad, es decir, se transforma en el fundamentum absolutum immotum veritatis (en fundamento absoluto, firme y de verdad).

    La filosofía moderna encuentra lo “Absoluto” en la “Subjetividad”; toda metafísica tiende a referir, reducir y extraer la realidad, en todas sus formas, del Sujeto. La subjetividad es fundamento que descansa en sí mismo (absoluto) y a la vez el lugar de la fundamentación absoluta, tal como lo advierte Descartes: el “ego cogito” no sólo constituye el punto de partida y la primera verdad cierta e inconmovible sino que, a la vez, toda realidad queda referida al “cogito” y a sus “cogitationes”, en la medida en que sólo la razón es fuente de legitimación de cualquier realidad, por eso, nos dice Heidegger en su texto “La época de la imagen del mundo”:

  “Como subiectum, el hombre es la co-agitatio del ego. El hombre se funda a sí mismo como medida para todas las medidas con las cuales se mide (cálculo) lo que pueda valer como cierto, es decir, como verdadero, es decir, como existente”.[1]  

   Esta medida, la encuentra en la repraesentatio o como lo denomina Heidegger, en la “Imagen del Mundo”. Por Imagen del Mundo no se entiende una imagen del mundo, como reproducción o copia, sino que el mundo es comprendido como imagen, es decir, que la totalidad de lo existente comienza a ser y sólo es si es colocado por el hombre que lo representa y lo elabora, tal como nos dice Heidegger: “El ser de lo existente se busca y encuentra en la condición de representado de lo existente”.[2]

  Es en este punto donde aparece la gran diferencia con el pensamiento griego. Para la filosofía griega, lo existente no llega a ser como tal en la medida que el hombre lo contemple o represente, sino que, lo existente mismo surge y se manifiesta, se abre a sí mismo, al hombre como presencia para percibirlo. Por lo tanto, sólo la verdad en la filosofía griega se da en la medida que el ente se manifieste o des-oculte, en cambio, para la filosofía moderna la verdad sólo se da en la certidumbre de lo representado.

   Por lo pronto, hemos establecido la diferencia que existe entre sujeto lógico, psicológico y gramatical, como también, analizamos en profundidad que  fundamentación onto-gnoseológica tiene  tal concepto. Ahora nos cabe preguntar: ¿Qué subyace  en el concepto Sujeto instaurado en la Modernidad?

    En la Modernidad al convertir al sujeto en realidad suprema, en él palpita la potencia que todo lo domina. La subjetividad se constituye a sí misma como centro último de toda referencia frente al mundo de objetos, es decir, de entes que sólo son gracias a su referencia al sujeto. Éste contempla la totalidad de los objetos, como aquello que es opuesto y propuesto, que a su vez él mismo opone y propone un mundo, cuya tarea es conocerlo para apoderarse de él, para conquistarlo y someterlo, para ponerlo a su servicio. La evidencia del conocimiento racional le otorga al hombre la certeza de la posibilidad de su dominio sobre la naturaleza, y luego sobre el hombre mismo, pretensión que se realiza a través de la técnica. Entonces, en la filosofía moderna la “ratio”, no sólo es fuente de conocimiento, sino también instrumento de dominación y herramienta de conquista.

    Aquí nos encontramos con el punto neurálgico en donde se construye y apoya esencialmente la subjetividad moderna, en la pulsión o deseo de dominación. Germinada desde sus fundamentos, no a partir del “ego conquiro” dusselneano, sino mediante el “ego dominatio”. Sólo a partir de esta potencia se pudo construir lo que Dussel llama “El mito de la Modernidad”.

     A partir de esta pulsión, el hombre moderno llevo a cabo el exterminio tal vez más grande la historia, que es la conquista de América. Bajo su supuesta auto-comprensión de superioridad y carácter civilizatorio, el hombre moderno justifico y llevo adelante una praxis irracional de violencia.

   Gracias a la deconstrucción pudimos ver que bajo la noción de Sujeto aparecía un sustrato oculto que a simple vista no se podía manifestar. Este mismo concepto posee una parte clara y una parte oscura, una parte visible y no-visible. Lo claro y visible es la manifestación de la fuerza racional por medio de la técnica sobre el mundo y la naturaleza, en cambio, su lado oscuro, no-visible y perverso, es que la subjetividad está construida en su fundamento por una pulsión irracional y violenta, que es la potencia de dominación (ego dominatio). Por lo tanto, para poder salir del estado de colonialismo será de suma importancia la apertura al Otro.                 

    Dussel nos dice que para salir de la Modernidad será necesario negar el “mito de la Modernidad”. Ahora bien, sólo es posible esta salida en el momento mismo que se descubre la dignidad del Otro. Pero este Otro no es lo mismo que yo (alter ego), sino diferente a mí, es decir, el Otro es Otro en tanto distinto a mí. 


    Salir de la Modernidad es, ni más ni menos, que trascenderla. La trascendencia no representa una vuelta a la pre-modernidad, ni mucho menos, a una anulación de la razón, cayendo en un nihilismo, pos-modernidad, sino que la trascendencia equivale a una “superación”. “Superar” significa: sobrepujar, exceder, ser superior a algo, es decir, hacer mejor una cosa que en ocasiones anteriores. Entonces, la superación no es principalmente la negación total de la subjetividad  ni mucho menos de la racionalidad, sino que la superación  es el reconocimiento absoluto  del “Otro como Otro”, negada anteriormente por la misma Modernidad.                 




[1] Heidegger. M, “La Época de la Imagen del Mundo”, Sendas Perdidas. Madrid: Editora Nacional, 2003, p. 107.  
[2] Idem., p. 88. 

Los condenados de la tierra. Fanon

Se postea el libro de Fanon, Los condenados de la tierra prologado por Sartre.

http://issuu.com/labibliopop/docs/los-condenados-de-la-tierra---fanon