Un resumen de "El
autor como gesto", en el libro "Profanaciones" de
Giorgio Agamben, Adriana Hidalgo, Buenos Aires. 2005.
Jorge
Alonso.
Agamben
analiza a Foucault respecto de la conferencia del 22 de febrero de 1969 “¿Qué
es un autor?”, la diferencia entre el nombre de autor y el nombre propio. Caracteriza la función-autor en nuestra época
diciendo que hay un régimen particular de apropiación, que sanciona el derecho
de autor, que incluye la posibilidad de perseguir y castigar al autor de un
texto. La función autor posibilita la selección y distinción de discursos en
textos literarios y científicos. La función autor autentifica o da el carácter
apócrifo de un texto. La función autor da cuenta de la dispersión de la función
enunciativa en más sujetos que simultáneamente ocupan lugares diversos. La
función autor permite construir una función transdiscursiva, y el autor se
convierte más allá de los límites de su obra en un instaurador de
discursividad.
Agamben
continúa su análisis diciendo que dos años más tarde en Búfalo, Foucault va por
más acentuando la oposición entre autor-individuo
real y la función autor. El
autor no es una fuente indefinida de significaciones, sino que hay un principio
funcional a través del cual la cultura delimita, excluye, selecciona y obstaculiza
la libre circulación, la libre manipulación, la libre composición,
descomposición y recomposición de la ficción.
Continúa el
análisis y se pregunta por la relación del sujeto con el autor. Va a decir que
la función autor aparece como un proceso de subjetivación, el individuo
identificado y constituído como autor de unos textos determinados. Citando a
Foucault: “la huella del escritor está sólo en la singularidad de su ausencia;
a él le corresponde el papel del muerto en el juego de la escritura”.
Agamben
sigue el análisis tratando de explicar lo anterior haciendo referencia al
escrito de Foucault, “La vida de los hombres infames”, y dirá allí
que “la ilegibilidad del sujeto aparece por un instante en todo su
esplendor”. El texto concebido como una antología de documentos de archivo,
registros de internación, cartas de encarcelamiento, dirá que en las cuales el
encuentro con el poder, en el momento mismo en que los marca la infamia,
arranca a la noche y al silencio existencias humanas que de otro modo no
habrían dejado huella alguna. Dice que:
“las vidas infames comparecen solamente en la
cita que hace de ellas el discurso del poder, fijándolas por un momento como
autoras de actos y discursos criminales; sin embargo, como en aquellas
fotografías en las cuales nos mira el rostro remoto y al mismo tiempo
vecinísimo de una desconocida, algo en aquella infamia exige el propio nombre,
testimonia de sí más allá de toda expresión y de toda memoria”
Se pregunta
“de qué modo estas vidas están presentes en las torvas, estrábicas anotaciones
que las han consignado por siempre al archivo impiadoso de la infamia. Los
anónimos escribas solo marcaban la infamia. Este gesto con que han sido fijadas
dirá “parece sustraerlas para siempre a
toda posible presentación, como si comparecieran en el lenguaje sólo a condición de permanecer
absolutamente inexpresadas”.
El gesto,
aquello que permanece inexpresado en todo acto de expresión, tal como se ha
visto, es el punto que caracterizaría al infame, y se constituiría en el
paradigma de la presencia-ausencia del autor en la obra. El autor está presente
en un gesto que la hace posible la expresión en la medida misma en que instaura
en ella un vacío central.
Agamben va
a articualar “la vida de los hombres
infames”, el autor y el sujeto.
La vida de
los hombres infames
Agamben se pregunta
acerca cómo es esta presencia singular, en la cual una vida se nos aparece sólo
a través de aquello que la imputa y la distorsiona hasta convertirla en mueca?
Foucault responde “no encontrarán aquí una galería de retratos: se trata en
cambio de trampas, armas, gritos, gestos, actitudes, astucias, intrigas de las
cuales las palabras han sido los instrumentos. Las vidas reales han sido
´puestas en juego´ en estas frases; no pretendo decir que han sido allí
figuradas o representadas, sino que, de hecho, su libertad, su desventura,
muchas veces aun su muerte y, en todo caso, su destino, han sido allí, al menos
en parte, decididos. Estos discursos se han cruzado verdaderamente con las
vidas; estas existencias han estado efectivamente arriesgadas y perdidas en
estas palabras.
El autor
El autor
señala el punto en el cual una vida se juega en la obra. Jugada, no expresa;
jugada, no concebida. Por esto el autor no puede sino permanecer, en la obra,
incumplido y no dicho. Él es lo ilegible que hace posible la lectura, el vacío
legendario del cual proceden la escritura y el discurso.
El sujeto
El sujeto
como los casos anteriores, no será algo que pueda ser alcanzado directamente
como una realidad sustancial presente en alguna parte; por el contrario, es
aquello que resulta del encuentro y del cuerpo a cuerpo con los dispositivos en
los cuales ha sido puesto en juego.
Conclusión
Así como el
autor debe permanecer inexpresado en la obra, y sin embargo, precisamente de
esta manera, atestigua su propia irreductible presencia, así la subjetividad se
muestra y resiste con más fuerza en el punto en que los dispositivos la
capturan y la ponen en juego. Una subjetividad se produce donde el viviente,
encontrando el lenguaje y poniéndose en juego en él sin reservas, exhibe en un
gesto su irreductibilidad a él. Todo el resto es psicología, y en ninguna parte
en la psicología encontramos algo así como un sujeto ético, una forma de vida.