lunes, 24 de enero de 2011

Solo nos queda pensar, (…) prohibido pensar

Una pequeña coincidencia y una antinomia entre el discurso filosófico y discurso psicoanalítico. Abraham y Allouch.


EL pensar en Abraham distinto del saber. El problema de la accesibilidad al ser, al conocimiento del ser, al conocimiento de la verdad. El pensar como la interpelación del presente. El quehacer del filósofo.
Para Allouch, el psicoanálisis como tratamiento del presente de un sujeto. Más que pensamiento. Enderezar para encontrar el ser del sujeto. Spycanálisis. En psicoanálisis no se trata de pensar, la asociación libre y el análisis, hasta romperse con el ser.
Foucault estudia al sujeto, en un curso y establece una distinción entre Epimeleia eauto y gnosi seauton, según que vía de acceso a la verdad del sujeto se tome en cuenta.


Noviembre de 2007 mar del plata, Foucaultianas, Tomás Abraham, y la hermenéutica del sujeto... “Si no podemos conocer sólo nos queda pensar”
31 de octubre y 1 y 2 de noviembre de 2008 buenos aires, Conquistador Hotel, lacanianas, Jean Allouch amor lacan en los tiempos de la no relación sexual. “No pensar”

Pensar y saber

Voy a tomar tres párrafos de Tomás Abraham de una conferencia dictada en Mar del Plata en las Foucaultianas del año 2007. En esa ocasión comentaba “la Hermenéutica del Sujeto” de Foucault, y tomaba a Kant para situar una diferencia entre el pensar y el saber, a partir del tratamiento de la posibilidad de la idea de totalidad, y del quehacer con las fisuras y suturas.

“Los principales temas de la filosofía, desde los griegos en adelante hasta Kant, son: el alma, la inmortalidad; el mundo, o sea, el sentido del gran relato; y Dios, la causa de las causas, la causa final y la causa originaria. Y cuando él dice que la filosofía no puede responder ni a la causa inicial y final, ni al sentido global de lo que es, ni a lo que pasa después de la muerte, ¿qué le queda a la filosofía?: preguntárselo todo el tiempo. Eso es lo que le queda a la filosofía. Sabiendo que no hay respuesta desde el saber, hay una permanente insistencia a la pregunta por el pensar. No podemos dejar de preguntarnos, desde la filosofía, por el sentido de todas las cosas, o sea, de la idea de totalidad. No podemos dejar de pensar en eso, sin saberlo nunca, sin poder configurar una idea de la totalidad, a la manera de Hegel, que quiso suturar la fisura abierta por Kant. Esta fisura está abierta: no hay relato global, no hay sentido general, no hay más allá de nuestra vida, no lo podemos saber, y tampoco hay origen. Y sin embargo, según Kant, la naturaleza de la razón, como facultad, nos impone esa pregunta. Ese preguntar permanente, sin respuesta y trabajar la pregunta y darle forma, eso es lo que inaugura Kant. E inaugura esa cosa extraordinaria de introducir en la filosofía el tema de la ficción, es decir, tenemos que hacer “como si”: tenemos que hacer “como si” Dios existiera, tendríamos que hacer “como si” el alma fuera una realidad más allá de la muerte, tenemos que hacer “como si” el mundo es una totalidad en la que el sentido se vuelve coherente. Pero este “como si” recalca aún más la fisura.

Sitúa a la filosofía como la actividad que interpela, la considera el arte de la pregunta, que no consiste en un saber. Y se trata sobre una pregunta sobre el presente

Yo creo que Kant inaugura la filosofía moderna, porque la filosofía moderna no tiene que ver con el saber, no tiene que ver con la ciencia, es distinta a la ciencia. Es un arte de la pregunta y un arte de la interpelación. Es una palabra maravillosa que insistía mucho, recuerdo, Louis Althusser, con esto. Interpelar, ¿qué es interpelar? Es llamar la atención. Uno interpela porque llama la atención. Llamar la atención del presente. Llamar la atención. Es arte de la interpelación y arte de la pregunta.”


“La espiritualidad filosófica es la filosofía. La filosofía no es crear artefactos de pensamiento, conceptuales, que nos den un saber. La filosofía es una actitud de interpelación al presente, a nuestra situación. No es un género. Todos los lenguajes sirven, mientras sean comunicables, comprensibles y parrhesiásticos. Es decir, no nos refugiamos en la jerga para que se crean que nosotros somos poseedores de un saber secreto, una capilla hermenéutica. Eso es la incapacidad de pensar. El pensar es comunicable, el pensar es para el prójimo, el pensar es para debatir ideas, el pensar es para compartir y diferenciarse y para singularizarse. No hay un lenguaje específico de la filosofía. Es el lenguaje ordinario dispuesto para el pensamiento. O sea para la problematización. Esa es la espiritualidad de la filosofía. Ese es nuestro quehacer. Por eso creo que este tema, más allá de ser una época de Foucault, más allá de ser el quehacer de un filósofo vivo y activo, interpela nuestro quehacer. Interpela el modo en que nosotros hacemos filosofía. ¿Para qué sirve la filosofía?, ¿por qué estamos aquí? y ¿qué queremos hacer?, estas son las preguntas de Kant en adelante”



Romperse con el paretre

Dice Allouch:

“partamos del hecho de que iniciar un análisis es tener cuidado de sí mismo, del propio ser, como a su manera lo hacían los Terapeutas. Solicitar un análisis, comprometerse en él, llevarlo a su término, es haber percibido, por la insoportable gracia del síntoma, que la manera en que uno cuidaba de sí mismo hasta entonces era calamitosa”

Veo aquí el problema siguiente: si la filosofía, su quehacer, es la espiritualidad, y parece haber fundamentos para ello, más cuando se trata de los filósofos, y menos cuando desarrollan los sistemas de pensamiento, en particular, la apertura que realiza Kant, como puede el psicoanálisis reclamar para sí, inscribir esa práctica en la práctica que inaugura Freud. Más bien el psicoanálisis parece quien viene a anidar en nido ajeno, como un intruso, como algo impropio, se trataría entonces de distinguir el discurso filosófico del discurso psicoanalítico.

Hay algo en Allouch, sin embargo, que me ha llamado la atención. En el Seminario El amor Lacan en los tiempos de la no-relación sexual, dictado por Jean Allouch los días 31 de octubre, 1 y 2 de noviembre de 2008, en la ciudad de Buenos Aires, de la École Lacanienne de Psychanalyse.
En ese marco Allouch, el sábado a la mañana dice:

”Del ser jamás tendremos nada, de la inaccesibilidad del ser y del lenguaje.
En el psicoanálisis hay otra cosa que pensar, es romperse con el “paretre” (precisamente ese día analiza seis modos de lectura de esta palabra o fonema).”

La modificación subjetiva de romperse,...como una ascesis, dice Allouch. En Lacan es un mandato, prescriptivo, Lacan como un maestro espiritual. El análisis es el lugar de ese romperse con el paretre, si el analista no se ha roto, el análisis será eterno. La regla de la asociación libre rompía con el pensamiento. Pero ubica Allouch con Lacan, al discurso filosófico como discurso del amo. Allouch en ese seminario rechazó el uso de la palabra pensar, y lo curioso es que muchas intervenciones de los participantes, se corregían cuando empezaban a decir yo pienso tal o cual cosa, y no hallaban otra palabra a mano, sino después de un instante. No dejé de pensar en eso.



Foucault como tercero en cuestión. En la Hermenéutica del sujeto hace un recorrido del lugar que ha tenido la epimeleia eatou, haciendo un listado extenso de los autores en toda la historia de la filosofía y llega hasta el psicoanálisis de Lacan, inscribiéndolo en esa larga lista del quehacer de la filosofía, como trabajo del sujeto con su verdad. El es quien junta y exige que filosofía y psicoanálisis tomen su parte.



Jorge Alonso
octubre de 2009

Femi

Un poco de música en el verano de Junín